Mileva Marić una valiente mujer que, a pesar de su considerable aportación a la ciencia como fundadora de la física moderna, murió sin reconocimiento alguno. Siete décadas después de su muerte, considero que cabe ser recordado el trato indebido que la historia y el propio Einstein le dieron.
En 1896 se matriculó en el famoso Instituto Politécnico, donde se habían licenciado muchos conocidos científicos de Europa, franceses, alemanes, polacos, húngaros, rusos, etc. Mileva era promotora de reuniones estudiantiles en las que se debatían cuestiones filosóficas, tocaba música clásica y recitaba. Los profesores de la Escuela valoraron muy positivamente su capacidad para la investigación y el debate científico; los documentos de la época demuestran que era una compañera muy querida en el Instituto.
Así es como la conoce, a la edad de 21 años, Albert Einstein, joven estudiante ashkenazi que ingresa en la Politécnica con 17. No tardaron en coincidir en las clases de matemáticas y física experimental, intercambiar ideas y apuntes, tocar juntos a Mozart y a Händel (ella tocaba el piano y él, el violín), en compañía de numerosos amigos de Mileva. El amor surgió a primera vista. Iban juntos por todas partes y hacían los deberes en el mismo escritorio.
Después de reconocer su amor y su actitud protectora frente a las acusaciones de su madre, Einstein se ganó el corazón de Mileva. De esta manera Mileva arriesga su carrera por amor ya que le abre camino a su compañero para ser asistente del profesor Weber, candidatura que ganó Mileva por mérito propio. Weber consideraba que no tenía suficientes conocimientos para entrar a formar parte del equipo investigador.
Las cartas que se escribieron Mileva y Albert entre 1897 y 1909, además de encerrar mucha ternura, están repletas de fórmulas matemáticas y físicas: contienen comentarios sobre las teorías que desarrollaban o planeaban llevar a cabo. En sus vidas, amor y ciencia iban cogidos de la mano. De esa época temprana, no obstante, durante mucho tiempo se supo muy poco, porque en su autobiografía Einstein apenas menciona a Mileva en una frase en la que se refiere a ella como a su primera esposa. Según algunos comentaristas, él borraba sistemáticamente las huellas de Mileva del trabajo que habían realizado conjuntamente, ante la perplejidad de quienes conocían los hechos y observaban en silencio cómo se tejía el mito sobre el gran genio. Las cartas recibidas de Mileva jamás se han encontrado entre las pertenencias de Einstein (los estudiosos consideran que las había quemado, como también hacía con las de Elsa, su segunda esposa, a lo que él mismo hace referencia en una de sus cartas que se conserva), mientras que Mileva Mari guardó toda la correspondencia recibida de Albert Einstein (aunque una parte de ella fue confiscada por parte de los agentes de él).
De repente empezó a producirse el gran cambio de actitud de Albert respecto a Mileva. En la medida en que aumentaba su fama, Einstein se alejaba cada vez más de su familia. En una carta a su amiga Helena Kaufler, de casada Savicć (3 de septiembre de 1909), Mileva proféticamente escribe: “Mi marido ahora está entre los primeros físicos de lengua alemana y le tratan con enorme respeto. Estoy muy feliz por ese éxito merecido, sólo espero y deseo que la fama no ejerza una influencia negativa sobre la parte humana de su persona”.
El miedo de Mileva se cumplió pocos años después. En 1911 Einstein fue invitado a enseñar física en la Universidad de Praga. De aquellas fechas (1911, 1912) data la relación de Albert con otra mujer, su prima, mantenida en secreto durante varios años y que gozaba de la total aprobación de su madre, que sentía un odio patológico hacia Mileva. En 1913 y 1914 Einstein aún volvía a casa los fines de semana (aunque ya no enviaba dinero ni cartas con regularidad) para buscar las clases de matemáticas que Mileva le seguía preparando (él tenía miedo de que sus colegas se dieran cuenta de la escasez de sus conocimientos matemáticos). Ella sufría ataques de celos por la presencia de otra mujer en la vida de Einstein. En sus visitas a casa en Zurich, Albert se mostraba cada vez más cruel con Mileva: sería desagradable reproducir los insultos con los que la obsequiaba.
Según las investigaciones publicadas en los años ’90, en la última etapa de su matrimonio, llegó a comportarse como un tirano e incluso se mencionan ataques físicos contra ella y los hijos (Higfield & Carter, 1993). Esa desagradable situación se prolongó hasta 1919, cuando formalmente llegaron a divorciarse, aunque ya en 1916 Albert había informado a Mileva de que no quería seguir con ella y que renunciaba a sus hijos. En una carta a Mileva del 14 de abril de 1914, Einstein se le dirige así: “A. Tú debes velar por lo siguiente: 1. Que mi ropa esté limpia y en buen estado, 2. Que cada día esté servido con tres platos en mi habitación, 3. Que tanto mi dormitorio como mi habitación de trabajo estén siempre limpios y, especialmente, que mi escritorio esté sólo a mi disposición19. B. Tú renunciarás a toda relación personal conmigo, excepto cuando lo requieren los eventos sociales. Particularmente te prohíbo lo siguiente: 1. Que esperes cualquier muestra de afecto de mí, 2. Que no respondas inmediatamente a cualquier pregunta que haga (…)
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Fuente: MILEVA EINSTEIN-MARI (1875-1948): Hacia la recuperación de la memoria científica